lunes, 20 de agosto de 2007

Canto de viña

Canto de viña

En una ciudad ubicada en las Cumbres Calchaquíes, Francisco Ferreira recogía día a día las uvas que llenaban la canasta, el camión, su día de trabajo y también su vida.
Le gustaba mucho trabajar allí, aunque sus manos estaban ajadas por el paso de los soles. Cuentan que una nublada tarde de primavera Francisco cortaba racimo tras racimo y contaba moneda tras moneda que alimentarían a sus ocho hijos. Y en un instante mágico, sin dejar quietas sus cansadas manos, levantó la vista al cielo y de entre los blancos algodones apareció un dios con forma de viento, de esos que soplan para que las copas se llenen. Baco parece ser su nombre. Quien para sorpresa del buen hombre hizo tronar su voz diciendo:

AH!...ya no queda poeta que pueda escribir un canto renovado,
Sólo tú cosechas el mejor canto con tus manos.
Los hombres me han fallado,
Se han matado, traicionado y explotado
por tenerme entre sus bienes más preciados.
Pero se han equivocado.
Y por eso les concederé el dolor, la tristeza y el llanto,
Porque han arruinado la sonrisa,
con la que nuestro vínculo había comenzado.

Francisco Ferreira entonces comprendió, allá por el comienzo de los tiempos, el porqué de los tragos amargos a los que estamos destinados.

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